El lugar que me devuelve la vida
Si tuviera que hacer un resumen de mis años en España, el 2020 sería, tal vez, el más importante. El de la culminación de un largo maratón para la ansiada nacionalidad. Cinco largos años, de trámites, demandas y pago de tasas para tener un nuevo pasaporte, ahora, uno de color rojo. Uno diferente al mío, que me permita nunca más regresar a las oficinas de extranjería, donde me dejé lágrimas y media vida. Como dicen en España ¡Ha sido todo un parto!
Viajé a Mérida en estos días por motivos familiares, en una de esas escapadas express que aunque te recargan de energía, siempre te hacen falta más horas con la gente que amas. Y, cada vez se me va haciendo costumbre regresar a los lugares donde por tanto tiempo he sido feliz. Mi primera parada obligada siempre es el Salvador Alvarado. Disfruté correr mis 5 kms diarios en una remodelada pista y en un estadio que cada día encuentro más bonito.
Por supuesto que visité el Gimnasio Polifuncional. Ahí está parte de mi sudor y de mi esfuerzo cuando practiqué por tantos años Gimnasia Rítmica. Estoy segura que ese deporte me dio la resistencia necesaria para afrontar los problemas de la vida. Me visualicé lanzando pelotas y cuerdas por los aires una vez más. Abracé con fuerza a Rocío, la secretaría, mientras me venían a la mente infinitos recuerdos de mi niñez siendo deportista.
Como cada vez que vuelvo a Mérida, fui al Iturralde a ver a mis Venados y saludé a cada uno de mis compañeros de la prensa, con los que compartí algo más que deporte y los que siempre me han motivado a seguir cumpliendo metas lejos de casa. No importa cuantos estadios haya visitado en estos años, ni los grandes futbolistas que he tenido la oportunidad de ver jugar, la ilusión por el ascenso de mi equipo la mantengo intacta.
Un amigo yucateco me preguntó qué tan española me siento después de casi cinco años viviendo en Madrid. Mi respuesta fue -10. Por el contrario, vivir en otro país me ha hecho sentirme cada día más mexicana.
Sin duda, España me ha dado más de lo que pude imaginar y aunque mi agradecimiento es infinito, sigo creyendo que es una tierra que no me pertenece, a la que le debo mucho, pero que no es la mía.
Parece un poco fuera de la realidad, pero estar unos días en Mérida y luego volver a España es cada vez más difícil. Se puede pensar que con el paso de los años se añora menos, pero es todo lo contrario. Conforme más pasa el tiempo, estar lejos de casa duele más.
Y aquí voy una vez más de regreso, repleta de voluntad, con ganas de entrevistar a gente más importante cada vez y con una inmensa emoción por contar historias que toquen cada válvula de sus corazones. ¿Cuál es el precio de los sueños? Me lo sigo preguntando todos los días. Mi cuerpo regresa una vez más a Madrid aunque el alma y la mente se me queden anclados en el único lugar que me devuelve la vida, mi Mérida.
Mis primeros cuatro años en España

Cuando tuve una relación con el running
Siempre he creído que al running llegas por dos motivos principales. El primero, por querer verte bien físicamente. El segundo, por una fuerte depresión combinado con un deseo de correr para olvidar. Este último, fue mi caso.
Hace unos cuantos años, sentía que se me acababa el mundo. Y, encontré en el atletismo, el mejor escape para todos los problemas que tenía en aquel entonces. Correr comenzaba a ser la droga que estaba de moda. Las carreras de los domingos estaban a reventar y además era una excelente oportunidad para hacer nuevos amigos, la recomendación más grande que puedo darte para cuando quieres bajarte de la vida.
Lo primero que hice fue inscribirme a un equipo, el de Fernando Saavedra. Tenías la opción de entrenar muy temprano por la mañana o por la noche. La realidad es que en Mérida (México), hace demasiado calor y despertamos muy pronto, a diferencia de lo que sucede en Europa.
Si el entrenamiento era por la mañana, intentaba estar antes de las 6:00 am en el estadio Salvador Alvarado para que el sol no pegara tan fuerte. Y, si era por las noches el horario en el que se reunía todo el equipo era a las 8:00 pm.
Pasaban los días y yo cada vez me veía más inmersa en ese mundo. Recuerdo bien que durante esos meses, mis compras favoritas eran tennis, mallas, calcetas compresoras y un reloj que midiera la velocidad y los kilómetros que hacía cada día.
Creo que debo haber preocupado demasiado a mi madre con mi nueva afición, porque muchas veces la vi sentada en las gradas mirándome atentamente mientras le daba infinitas vuelvas a la pista de ese estadio. Ahora me cuenta que sólo estaba esperando el momento en el que me iba a tener que llevar al hospital cuando callera desmayada. Afortunadamente, eso nunca sucedió.
Pero el running fue la única pastilla natural que encontré para poder dormir todos los días. Llegaba tan cansada a casa por los entrenamientos, los fondos, los ejercicios de resistencia y de velocidad, que no había tiempo para pensar.
No siempre fue fácil. Tengo que confesar que hubo muchas veces en las que mi alarma sonaba por las mañanas y deseaba que Kiki, no despertara. Jamás pasó. Siempre tienes que tratar de hacer ejercicio con alguien que tenga mucho más fuerza de voluntad que tú. Así es mi amiga Kiki. Y, fue ella la que por muchos meses tiró de mí. Hasta que un día nos vimos haciendo un fondo de 18 kilómetros. En ese momento comprendí que mi mente era capaz de hacer cualquier cosa.
Siempre he creído que el deporte tiene un poder sanador. Al menos a mí, siempre me ha resucitado. Cuando llegué a Madrid dejé a un lado el atletismo. Lo intenté varias veces pero las condiciones del clima y la falta de una Kiki que me motivara, hicieron que olvidara lo bien que me hacía correr.
Y, fue hasta el 31 de diciembre, tres años después, en la tradicional carrera San Silvestre Vallecana de Madrid, que me reencontré con el sonido de mis pasos. Corrí 10 km con muchísimo frío. Vi gente apoyando durante todo el recorrido y volví a sentir la emoción de cruzar una meta.
Son placeres, pequeñitos, que sólo experimentas cuando el deporte se vuelve protagonista en tu vida. Si me permites una recomendación, vuélvete runner. Desgasta tennis, investiga si tu pisada es supinadora o pronadora, invierte tu dinero en inscripciones de carreras, ten nuevos amigos con los que compartas la misma pasión y corre, no pares de correr. Estarás frente al primer paso para sentirte libre, y eso, vale cualquier esfuerzo.